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El tiempo de Navidad nos invita a ayudar a los demás, a compartir, a mirar al otro con empatía y cariño. Mandamos felicitaciones a personas con las que no hemos hablado en todo el año y de las que, sin saber por qué, nos acordamos en este tiempo. Seguro que os ha pasado. Te suena el móvil, es Navidad, es un familiar o amigo que hace mucho tiempo que no sabes de él, te llama para preguntarte cómo estás y decirte que ojalá no estuvierais tan lejos o que los ritmos de vida fueran otros para poderos ver y daros un fuerte abrazo. Se hablan de quedadas y encuentros que sabes que nunca llegarán pero que ojalá ocurrieran. Llegan familiares a casa o sois vosotros los que os trasladáis para visitar a vuestros seres más queridos. Los vídeos de “feliz 2023” vuelan por los Whatsapp, Instagram y demás redes sociales. Vamos por la calle con una sonrisa sin saber muy bien por qué. Nos emocionamos al ver los adornos navideños en las calles, al decorar nuestra casa o al escuchar al más pequeño de la familia cantando el villancico de su cole.
Los días pasan, las fiestas su suceden y, cuando parece que todo va a terminar, llega el broche final: la cabalgata de los Reyes Magos y la tradicional noche de Reyes. Nuestros peques y no tan peques se despiertan con los ojos llenos de ilusión. Creo que en el fondo todos despertamos esa mañana con la esperanza de que Melchor, Gaspar o Baltasar se hayan acordado de nosotros y nos hayan dejado un regalito. Ha sido un año muy duro y nos lo merecemos.
Pero como se suele decir “todo llega” y la Navidad se acaba. Los sentimientos de alegría, amor, bondad nos van desapareciendo como unas brasas que se enfrían poco a poco y volvemos a nuestra rutina y a nuestro día a día. Es entonces cuando nos preguntamos ¿Y ahora qué? ¿Puedo ser ya mala persona? ¿Puedo dejar de ayudar a los demás y de decirle a mis seres queridos lo que siento por ellos?
Muchas veces ni nos lo preguntamos. Dejamos de hacerlo como de forma automática. La ilusión por vivir momentos mágicos se nos va de las manos y de la mente, y olvidamos por completo lo bien que se siente uno ayudando a los demás y demostrando nuestro cariño a las personas que son importantes para nosotros. Estén cerca o lejos, estén en Utrera, Madrid o en la Conchinchina.
Eso por esto que he decidido utilizar estas líneas para recordaros que el secreto de la felicidad está en hacer feliz a los que te rodean. Quien vive en un entorno lleno de felicidad, recibe felicidad. Por el contrario, el que vive rodeado de personas que no aportan nada positivo acaban convirtiéndose en eso mismo. Por eso, intentemos ser de los primeros siempre. A veces cuesta, está claro, pero merece la pena intentarlo día a día y lograr sonrisas de alegría allá por donde vayamos. Demostremos nuestro amor a quien lo merece. No hace falta decirlo. Nuestros actos nos delatan. Ayudemos sin esperar nada a cambio. Disfrutemos de cada momento ya que ese momento nunca volverá ya que, como decía mi abuela, el tiempo pasa para todo el mundo por igual. Mantengamos la ilusión por vivir momentos mágicos, momentos únicos, aprendamos a disfrutar de la compañía de las personas y valoremos por encima de todo a aquellas que nos dedican lo más preciado que tienen: su tiempo.
Sed felices.
Manuel García. Docente y creador del podcast Estuviendo.